7 obras de misericordia corporales

7 obras de misericordia corporales

Obras corporales de misericordia versículo bíblico

Compartir la comida se basa en la creencia de que Dios nos ha bendecido con un mundo abundante en el que hay más que suficiente para todos. El milagro de los panes y los peces nos muestra que, cuando ponemos lo que tenemos en manos de Jesús, no sólo todos se sacian, sino que sobran. ¿Cómo podemos vivir con confianza en una cosecha abundante, compartir lo que tenemos y al mismo tiempo recibir lo que necesitamos?

Hay una nobleza en el deber de cuidar la creación a través de pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso cómo la educación puede provocar cambios reales en el estilo de vida. La educación en la responsabilidad medioambiental puede fomentar formas de actuar que afectan directa y significativamente al mundo que nos rodea, como evitar el uso de plástico y papel, reducir el consumo de agua, separar la basura, cocinar sólo lo que se puede consumir razonablemente, mostrar cuidado por otros seres vivos, utilizar el transporte público o compartir el coche, plantar árboles, apagar las luces innecesarias, o cualquier otra práctica. Todas ellas reflejan una creatividad generosa y digna que saca lo mejor del ser humano. Reutilizar algo en lugar de desecharlo inmediatamente, cuando se hace por las razones correctas, puede ser un acto de amor que expresa nuestra propia dignidad. Papa Francisco Laudato Si para 211.

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Se dice que la misericordia, tal como se contempla aquí, es una virtud que influye en la voluntad de tener compasión y, si es posible, aliviar la desgracia de otro. La enseñanza de Santo Tomás de Aquino es que, aunque la misericordia es como el producto espontáneo de la caridad, debe considerarse como una virtud especial que se distingue adecuadamente de esta última. De hecho, los escolásticos, al catalogarla, la consideran referible a la cualidad de la justicia, principalmente porque, como la justicia, controla las relaciones entre personas distintas. Es, como dicen, ad alterum. Su motivo es la miseria que uno discierne en otro, especialmente en la medida en que esta condición se considera, al menos en cierto sentido, involuntaria. Evidentemente, la necesidad que debe ser socorrida puede ser tanto del cuerpo como del alma. De ahí que se acostumbre a enumerar tanto las obras de misericordia corporales como las espirituales. La enumeración tradicional de las obras de misericordia corporales es la siguiente:

Ejemplos de obras de misericordia corporales

Caritas, Los siete actos de misericordia, dibujo a pluma y tinta de Pieter Bruegel el Viejo, 1559. En el sentido contrario a las agujas del reloj, desde la parte inferior derecha: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, rescatar al cautivo, enterrar al muerto, acoger al extranjero, consolar al enfermo y vestir al desnudo.

La práctica es popular en la Iglesia Católica como acto de penitencia y caridad. Además, la iglesia metodista enseña que las obras de misericordia son un medio de gracia que conduce a la santidad[1] y ayuda a la santificación[2].

El Papa Juan Pablo II publicó una encíclica papal “Dives in misericordia” el 30 de noviembre de 1980 en la que declaraba que “Jesucristo enseñó que el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que también está llamado a ‘practicar la misericordia’ con los demás”[5] Otra notable devoción asociada a las obras de misericordia es la Divina Misericordia, que deriva de las apariciones de Jesucristo a Santa Faustina Kowalska.

El precepto es afirmativo, es decir, es de los que obligan siempre, pero no siempre operan, por falta de materia u ocasión o circunstancias adecuadas. En general, puede decirse que la determinación de su fuerza obligatoria real en un caso concreto depende en gran medida de la capacidad de cada uno. Hay limitaciones fácilmente reconocibles que el precepto sufre en la práctica en lo que se refiere a la realización de las obras de misericordia corporales. Del mismo modo, la ley que impone las obras de misericordia espirituales está sujeta en casos individuales a importantes reservas. Por ejemplo, algunas pueden requerir especial tacto, prudencia o conocimiento. Asimismo, instruir a los ignorantes, aconsejar a los dudosos y consolar a los afligidos no siempre está al alcance de todos. Sin embargo, soportar pacientemente los agravios, perdonar voluntariamente las ofensas y orar por los vivos y los muertos, no requieren una serie de dones o talentos especiales para su cumplimiento.

Obras de misericordia espirituales y corporales

En la tradición cristiana, las “obras de misericordia” son prácticas generales que todos los fieles deben realizar como parte de su devoción. Estos hábitos éticos, que satisfacen las necesidades materiales e inmateriales de los seres humanos, se definen sencillamente en el párrafo 2447 del Catecismo de la Iglesia Católica como “acciones caritativas con las que acudimos en ayuda del prójimo en sus necesidades espirituales y corporales.  Instruir, aconsejar, consolar, confortar son obras de misericordia espirituales, así como perdonar y soportar pacientemente los agravios. Las obras de misericordia corporales consisten, sobre todo, en dar de comer al hambriento, acoger al desamparado, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al encarcelado y enterrar a los muertos.  Entre todas ellas, dar limosna a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna: es también una obra de justicia agradable a Dios…”

De las obras “espirituales” y “corporales” (enumeradas en siete cada una) prescritas, es este último conjunto, comprensiblemente, el que se ha explorado más fácilmente a través del arte visual. La fuente de las seis primeras obras de misericordia corporales – (1) dar de comer al hambriento, (2) dar de beber al sediento, (3) acoger a los sin techo, (4) vestir al desnudo, (5) visitar a los enfermos y (6) visitar a los presos – es la parábola de Cristo de las ovejas y las cabras en Mateo 25:31-46. Son los criterios para el juicio divino final. Es en base a estos actos que un adepto es declarado justo o injusto y dirigido al cielo o al infierno, respectivamente.  La última obra corporal, (7) enterrar a los muertos, se adopta del libro del Antiguo Testamento de Tobit (1:17-19) – incluido en el canon bíblico católico y ortodoxo pero no en el protestante. Fue añadida a la lista en 1207 por el Papa Inocencio III.